lunes, 28 de septiembre de 2009

Decidiendo (Sherish)

Por la tarde, recogieron todas las cosas y volvieron a Jerez. Iban todos bastante callados en la furgoneta. Por un lado, se había acabado el fin de semana y volvían a su rutina. Por otro, todos cabilaban sobre la idea de Lucía y Lucas. Pero no querían hacerse esperanzas, ya que no dependía de ellos.
Toni fue dejándoles en sus casas y, cuando terminaron, se fueron para las oficinas de los padres de Ana, a dejar la furgoneta y a recoger el coche de Toni.
- ¿Te acerco? - preguntó Toni.
- No, gracias. Prefiero ir andando. Está ahí al lado.
- Como quieras. Nos vemos.
- Adiós.

Ana fue caminando lentamente de vuelta a su casa. Iba dándole vueltas a la cabeza a la idea de explotar la casa. No tenía ni idea de cómo se lo iba a tomar su padre. Decidió que lo mejor era planteárselo al llegar a casa, en lugar de esperar al día siguiente. Si no, no podría pegar ojo en toda la noche.
Cuando abrió la puerta de su casa, oyó ruido en el comedor. Se acercó a la puerta y se asomó. Su madre veía la tele, aunque no parecía que la película fuera muy interesante. Su padre leía el periódico, y de vez en cuando, echaba un vistazo a la tele.

- Hola.
- Hala, cariño - respondió su madre, dándole un beso.
- Hola, hija. ¿Qué tal todo? ¿Os lo habéis pasado bien?
- ¡Genial! Fue una idea estupenda. Además, tengo un montón de cosas que contaros. ¿Tenéis un rato?
- Claro - dijo su padre, intrigado. Parece importante por cómo lo has dicho.
- Puede serlo.

Ana se sentó en el sofá y se puso a contarles cómo habían pasado el fin de semana y todo lo que se les había ocurrido. Cuando terminó, miró a su padre y esperó. Nadie dijo nada. Pasaron unos segundos, mientras Ana esperaba alguna reacción. A final, su padre habló.

- ¡Vaya! La verdad es que me habéis sorprendido. No esperaba algo así.
- Nos ha salido sin planearlo. Estábamos hablando del sitio, y comenzaron a surgir ideas. Creo que la mayoría de mis amigos necesita un estímulo, un cambio o algo así.
- No me entiendas mal. Me parece una iniciativa buena. Pero tengo que darle vueltas a la cabeza.
- Es que si no te lo cuento, no habría podido dormir.
- Un detalle por tu parte. Ahora el que no podrá dormir seré yo. Necesito ver unas cosas. Diles a tus amigos que se pasen por la oficina el martes al final del día. Decidme a qué hora os viene bien. A partir de las siete, cuando queráis.
- Perfecto, papá. Gracias.
- No hay de qué. Vete a dormir, que tienes pinta de cansada.
- Ciertamente ha sido un fin de semana intenso. Hemos aprovechado un montón el tiempo. Me va a venir bien dormir. Hasta mañana entonces.

Ana se fue a su dormitorio, mientras sus padres se quedaron en el salón. Se miraron y se sonrieron.

- En el fondo, sé que te gustan estas cosas - dijo la madre de Ana.
- La verdad es que sí - respondió con una sonrisa en los labios. Les he visto crecer desde pequeños, y desde hace un tiempo andan como estancados, lánguidos, dejándose llevar. Yo no podía hacer nada. Con Ana es distinto, porque es nuestra hija. Le hemos dado oportunidades y las ha ido aprovechando. Ahora me vienen con este tema, y estoy encantado.
- ¿Les vas a ayudar?
- Todo lo que pueda. Por eso quiero enterarme de unas cuantas cosas. Mañana hablaré con Paco, nuestro abogado para enterarme de algunos trámites, y voy a hacer una llamada a un antiguo compañero, que compró unas bodegas hace un par de años, para confirmar unos temas que creo recordar.
- Me alegro.

Al día siguiente, Ana se puso a llamar a sus amigos para decirles que tenían que pasar por el despacho de su padre el martes a última hora. A pesar de que todos le pedían que les diera más detalles, no pudo más que contestar que no sabía nada pero que creía que a su padre le gustaba la idea. Al final acordaron que la mejor hora era a las siete y media.
Fue a confirmarle la hora a su padre e intentó sonsacarle algo de información, pero su padre no le dio ninguna pista. No le quedaba más remedio que esperar como todos. Imaginó que sus amigos debían estar tan inquietos como ella. Cada uno a su manera. Por su cabeza pasaron imágenes de cómo debían estar sobrellevándolo.
Martín, concentrado en sus estudios, lo que no se le daba mal y probablemente olvidara todo hasta el día siguiente. Toni estaría pasando el tiempo con alguna de sus novietas ocasionales. Lucas estaría componiendo algo para mantener la mente alejada de la reunión de mañana. Raúl seguro que andaba dándole vueltas al tema. Nunca se le había dado bien desconectar. Lo mismo pasaría con Lucía, agobiada por el trabajo y encima, con nuevas inquietudes. Y por último, Rosa. Seguro que andaba enfrascada en un libro interesante que la aislara del mundo.
Por supuesto, quedaba ella. Para colmo, tenía que cenar en casa con sus padres. Su padre no soltaría prenda y su madre no iba a ser menos.
Cuando llegó a casa, la escena transcurrió tal y como la había imaginado. Tampoco hizo muchos esfuerzos para obtener información, ya que sabía que serían en vano. Cuando su padre se levantó de la mesa, su madre, que la veía nerviosa, itentó tranquilizarla.
- No te preocupes, niña. Confía en tu padre. Os va a ayudar, pero no quiere decir nada hasta que lo tenga todo claro y atado. Ya le conoces. Pero no digas nada.
- Gracias mamá - respondió aliviada Ana. Es un suplicio estar esperando.
- Déjalo en sus manos y esperad a ver lo que propone mañana. Seguro que se le ocurren varias opciones interesantes.
- Ya veremos.

Tras esa breve charla, su padre regresó a la mesa. La noche transcurrió tranquilamente mientras dormitaba delante de la tele. Al final, decidió irse a dormir.

La mañana del martes pasó sin que se dieran cuenta. A las siete, empezaron a llegar a la oficina del padre de Ana. Se sentaron en la sala de espera mientras llegaban los demás. Al ver que Ana no sabía nada, decidieron no preguntar más y esperar a que su padre les contara lo que sea que tuviera que contarles.
Un poco antes de la hora prevista, Pepe se asomó a la sala.

- ¿Estáis todos? - preguntó. Al ver que asentían les invitó a pasar al despacho. Sentaos por ahí. Y no pongáis esas caras que esto no es un entierro. Antes de empezar debo preguntaros si realmente vais en serio con el tema.
Los amigos se miraron unos a otros. Con un pequeño pero seguro gesto, asintieron.
- Lo estamos, papá.
- Perfecto. Entonces, vamos al grano. Supongo que habéis estado intentando que Ana os dijera algo de lo que os quería decir, sin ningún éxito. Obviamente ella no sabe nada. No me gusta adelantar acontencimientos de los que no estoy seguro. Cuando Ana me contó vuestra idea, al principio, me pareció algo descabellada. Pero conforme le daba vueltas, mejor me parecía. Fui recordando cosas, y me he tirado dos días haciendo llamadas y enterándome de cosas. Ante todo, y para que os tranquilicéis, me gusta la idea, y os voy a ayudar. No me interrumpáis, que tengo mucho que contaros. Como primer paso, tenemos que formar una sociedad. Lo he hablado con nuestro abogado y vamos a elaborar un contrato. No os preocupéis por los términos legales, que no vais a firmar nada hasta que no lo tengáis claro. Seremos ocho socios, vosotros siete y yo. Como supongo que el dinero no sobra, la propiedad de la casa y la bodega siguen siendo mías, pero os cedo el uso de las propiedades como mi aportación a la sociedad. Tenemos que dividir los viñedos, para que los dos edificios sean independientes y los podamos usar. Hemos pensado en una claúsula para que, si como esperamos, en unos años todo va bien, podáis comprar las dos propiedades. De todo esto me ocupo yo.
Todos asintieron sin decir palabra.
- Sigamos. Lo primero que hace falta es dinero. Yo no puedo aportar mucho. Sabéis que no estamos en una situación en la que nos sobre, y además, hemos comprado estos viñedos, con lo que voy a necesitar invertir lo que pueda. Hay que buscar otras alternativas. Tenéis que ver cuánto dinero vais a aportar a la sociedad. No tenéis que pensarlo ahora, pero en unos días necesitamos saber de cuánto dinero disponemos. He hablado con un conocido que compró otra bodega hace unos años para ver qué había hecho. Me ha dado una idea genial. En Escocia usan barriles usados de Jeréz para guardar el güisqui. No recuerda cuánto dinero pagan por ellos, pero me ha dado un par de contactos y les he mandado unos correos para que me digan si están interesados y cuánto nos pagan por ellos. De esa manera, matamos dos pájaros de un tiro; vaciamos la bodega y obtenemos dinero. ¿Voy muy rápido?
- No - respondió Toni. Creo que lo vamos pillando todo. Es que está todo muy currado.
- Gracias, aunque no he terminado todavía. A pesar de lo que saquemos por los barriles, y de lo que aportemos, los gastos van a ser elevados. Imagino que hay que reformar la casa para dejarla en condiciones y montarla como casa rural. Ahí vosotros tenéis más datos que yo, porque la habéis visto por dentro.
- La verdad es que si queremos montar un negocio hay que hacer bastantes cosas - respondió Rosa.
- Lo que tenemos que hacer es ver exactamente cómo queremos que sea la casa. ¿Cuántas habitaciones vamos a montar? ¿Cómo la estructuramos? - preguntó Raúl.
- Vale - dijo Pepe. Eso es algo que hay que hacer casi ya. Tenéis mucho que pensar y decidir en poco tiempo. Hay que saber qué queréis montar, averiguar lo que cuesta, elegir alternativas y ver el dinero que falta. Me imagino que podemos conseguir algún tipo de ayuda pública. Restauración de edificios antiguos, jóvenes emprendedores, etc. Algo de eso debería haber, aunque creo que los plazos para recibirlas son bastante largos. Pero eso es algo que hay que ver después.
- Quedan un par de semanas para las vacaciones - dijo Lucas. Habíamos pensado aceptar tu primera propuesta y pasar agosto en la casa. Creo que lo que tenemos que hacer es currar un poco, y cerrar todo lo que nos has contado. Tenemos muchas cosas que pensar y muchas decisiones que tomar. Propongo usar ese mes especialmente para cerrar el mayor número posible de decisiones.
- En ese mes, está casi todo cerrado - afirmó Pepe. Es una buena idea. Con lo que resulte, en septiembre empezamos a mover todo.

Quedaron todos en silencio. En el fondo, ninguno pensaba que podía materializarse la idea. Ahora se tenían que enfrentar a ello.

- Pues hay que ponerle un nombre - dijo Rosa, rompiendo el silencio.
- Yo ya había pensado en uno - respondió tímidamente Lucía. Podría llamarse Sherish.

2 comentarios:

Manz dijo...

¡Qué casualidad...! Han decidido ponerle el mismo nombre que tú a tu relato-novela ¿corta?

Me cae bien el tal Pepe... :lol:

belushy dijo...

gïsqui?? jeje.... que cachondo el Pepe...

No, si ya se ve que la cosa con los bancos está jodía... expectante ante como conseguirán el dinero estoy...