viernes, 16 de octubre de 2009

Arrancando

El mes de julio se pasó volando. Intentaron agilizar el máximo posible todas las gestiones, para evitar que algo se quedara atascado en agosto, cuando todo el mundo estaba de vacaciones y era imposible mover nada.

La idea de vender los barriles usados a Escocia fue un éxito total. La última semana de julio, un grupo de bodegueros escoceses vino a ver lo que se podía aprovechar. Les habían mandado una estimación y tenían contratado el transporte a Cádiz por carretera y desde allí en barco a Escocia. Al final, se llevaron más de los que pensaban y el negocio fue redondo. Resultó que esos barriles que en España no sirven para nada y que son un estorbo, en Escocia son muy apreciados. Además, tuvieron la suerte de que la destilería escocesa era nueva y necesitaban esos barriles. Se llevaron los totalmente reaprovechables y algunos de los que, a pesar de estar deteriorados, podían arreglarse con sobrantes de otros.
También constituyeron la sociedad, en la que los ocho iban a partes iguales. Abrieron una cuenta a nombre de la sociedad, en la que todos eran administradores, pero hacían falta tres firmas para operar. Ingresaron el dinero de la venta de los barriles, y adicionalmente, cada uno aportó seis mil euros, menos Paco. Ana, Rosa y Lucas no tuvieron problemas en aportar esa cantidad, ya que lo tenían ahorrado. El resto tuvo más o menos problemas, pero al final, consiguieron aportarla.
Estuvieron en el Ayuntamiento y contactaron con la Junta de Andalucía para enterarse de las posibles subvenciones o ayudas para ellos. Estuvieron un par de semanas liados con papeleo, pero al final presentaron una solicitud. Sería con vistas al futuro, ya que la resolución y aprobación de estas ayudas podía tardar más de un año.

Con todo esto, se plantaron en agosto. Seguían manteniendo la idea de pasar todo el mes en la casa, aunque ahora los planes eran distintos. En vez de descansar todo el tiempo, iban a dedicar el mes a tirar todo lo que no sirviera, a diseñar la distribución de la casa y de la bodega, y, si tenían tiempo y medios, a comenzar a hacer algo por su cuenta. La idea era tenerlo todo listo para pedir presupuestos en septiembre y comenzar la reforma en octubre.

Llegaron todos a la casa el primer fin de semana de agosto. Estaban exhaustos. Habían ido trayendo algunas cosas pensando en esta temporada. Habían recopilado cosas útiles que sus familiares o amigos no querían o no necesitaban. Consiguieron una nevera que con un poco de suerte podía aguantar el mes de agosto y una vitrocerámica. Volvieron a contratar la luz y el agua, con lo que podía habitar tranquilamente la casa.

El sábado por la noche, después de colocar su pocas cosas, estaban sentados en el patio exterior de la cocina.
- Estoy agotada - suspiró Ana. Creo que no había estado tan liada jamás. Entre el trabajo, los temas de la casa, y el ir y venir a quitar cosas y preparar mínimamente esto, no hemos parado.
- Y todavía queda lo peor - comentó Toni. Cuando esto esté lleno de obreros y tengas que estar encima de ellos para que hagan las cosas como queremos, entonces sí que estaremos estresados.
- Pues a mi me hace ilusión - dijo Lucía. Es como un incentivo. Estaremos cansados, pero es algo nuestro y eso anima.
- Estoy contigo - dijo Martín. Hacía tiempo que no nos lo pasábamos tan bien y que no estábamos tan animados. Hemos pasado un invierno de mierda. Éramos como réplicas grises de nosotros mismos.
- ¡Cómo se nota que no habéis sufrido una reforma! - apuntó Raúl. Comienzas con mucha ilusión, y al final acabas hasta los huevos de los obreros.
- Ya que estamos... - cortó Lucas. ¿Pensáis que tendremos suficiente pasta para la reforma?
- Pues depende - contestó Raúl. Habrá que ver los presupuestos, pero teniendo en cuenta que necesitamos meter un baño en cada habitación, nos va a salir caro. Habrá que cambiar las tuberías, levantar el suelo, reducir las habitaciones para hacer hueco al baño. Eso por no hablar de lo que queremos hacer en la bodega.
- Os agradecería que no me estresarais en un par de días - rogó Ana. Creo que debemos despejarnos durante el fin de semana, y el lunes, nos ponemos con esto. Mi cabeza no da más de si.
- Completamente de acuerdo - respondió Martín. Que corra el alcohol. Vamos a dejar esto a un lado y divirtámonos un poco, que nos lo merecemos.
- Pero si tú estás tranquilamente en tu casa haciendo como que estudias - bromeó Rosa. Tú no tienes estrés. Si tuvieras que soportar a una panda de adolescentes energúmenos, sí estarías estresado.
- Hemos recuperado la normalidad - comentó Lucas. Ya estamos todos llorando de nuevo.
- Buen rollito - dijo Lucía. Apoyo la moción de Martín. Que alguien me sirva una copa.

De esta manera, pasaron la noche del sábado, entre copas y bromas. El domingo se despertaron tarde. Hacía bastante calor, con lo que decidieron coger la furgoneta y bajar a la playa. Se dirigieron a una calita poco transitada. La arena no era muy buena, pero casi nadie iba por allí. Era una cala pequeña con rocas, y de difícil acceso. Había que dejar el coche y andar unos diez minutos. Esto hacía desistir a la mayoría de los turistas y vecinos de la zona. Normalmente iba gente con sus perros y grupos jóvenes a pasar el día sin que nadie les molestara.

Las chicas se pasaron la mayor parte del día tomando el sol, mientras los chicos jugaban al voley o a las cartas, haciendo breves pausas para refrescarse en el mar.
A última hora de la tarde, cuando el sol ya no calentaba en exceso, se sentaron todos juntos a contemplar la puesta de sol. El sol, una enorme bola roja, se fundía con el mar en la línea del horizonte. El mar tenía una tonalidad azul oscura, con lo que el contraste era de gran belleza.
Cada uno de los amigos tenía cosas diferentes en la cabeza, mientras el sol desaparecía lentamente. Nadie hablaba, pero no era un silencio incómodo. Se conocían perfectamente y sabían que era una pausa que cada uno aprovechaba a su manera.

Ana cabilaba sobre el futuro de Sherish.
Toni diseñaba la distribución de la casa.
Rosa pensaba sobre el logo y la publicidad que necesitaban.
Raúl le daba vueltas a la bodega para sacarle el mayor partido posible.
Martín terminaba de decidirse a dejar de opositar.
Lucas creaba música en su cabeza.
Y Lucía, simplemente se dejaba acompañar

martes, 13 de octubre de 2009

Una caja plateada con un vistoso lazo rojo

Creo que es la frase de cualquiera de mis relatos que más interés ha generado.

Dado el aluvión de preguntas acerca de la cajita y sobre todo, de su contenido, he decidido hacer un comentario sobre la misma.

En principio, me gusta acabar determinados relatos de esta manera, es decir, sin final. Creo que le dan un toque de misterio. Esto lo hago en relatos que no van a tener continuación. De esta manera, la gente puede pensar distintas alternativas. Da mucho más juego. Además, si veo que se genera interés, puedo pensar en continuar el relato.

En este caso, no voy a continuar el relato, ya que no tiene sentido. La idea era poner unos personajes reales en un escenario ficticio y con hechos ficticios. Era una incursión puntual por un acontecimiento especial.

Pero podemos hablar de la caja. Por supuesto, cuando estaba hablando con mis personajes, sabía lo que había en la caja. Al menos, había un par de posibilidades. Lo que ocurre es que preferí dejarlo con intriga. De hecho, eliminé una parte del relato en el que iba a por el contenido de la caja. Me parecía demasiado lioso.

Primero se me ocurrió una cosa. Había un momento en el que hacía que me lo mandaran directamente a Sherish y allí me lo daban al llegar. Pero no terminaba de convencerme, así que, y por un comentario de la cumpleañera, decidí cambiar el contenido por otro. Entonces, escribí una parte en la que tenía que ausentarme un rato para poder ir por el regalo, que también había hecho que me llevaran a una tienda en Jerez. Era un fragmento misterioso, en el que le decía a María que necesitaba hacer una gestión de una hora más o menos, y que quedábamos en tal sitio dentro de una hora. No terminó de convencerme. Entonces lo ideé tal como quedó al final.

Lo compré en Madrid,lo metí en la maleta, lo dejé en recepción con las instrucciones de cómo y cuándo entregarlo, y voilá.

El tamaño especificado corresponde con un objeto real.

¿Qué os gustaría que fuera?

Yo pensé en las llaves de un coche. Luego lo descarté. Muy complicado. Luego pensé en una joya, pero no me parecía especial. Descartado. Así que, gracias a un comentario, se me encendió la bombillita.

Por supuesto, no os voy a decir qué es. Pero os dejare unas pistas. No sé el precio exacto, pero debe ser caro. Se le identifica con una letra. Hay muchos modelos. Algunos aparecen en muchas películas. Y son muy bonitos.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Feliz cumpleaños

Como este año estoy con el tema de Sherish y mis personajes me hablan, he decidido darles un poco de charla y meterme en la historia. Esto es lo que en las series de televisión llaman "cameo". Un personaje real en un ambiente ficticio.

Es una manera especial de hacer un regalo. Ya que no se puede hacer realmente, espero que valga "virtualmente". De paso, mato dos pájaros de un tiro. Un regalo y un relato. La combinación perfecta

7 de octubre de 20xx.

Las primeras luces del día iluminan la pista del aeropuerto. El avión toma tierra con un ligero retraso. Dentro viajan Pedro y María. Ella ha estado todo el viaje intentando averiguar a dónde se dirigen. Él ha preparado un viaje sorpresa. No le ha dicho el lugar ni lo que van a hacer. Es su regalo de cumpleaños y ha intentado mantener el secreto.
Cuando bajan del avión y recogen el equipaje, se encaminan hacia la salida. Un chófer les espera a las puertas de un flamante Mercedes negro con cristales tintados.
- ¡Jóder!, te lo has currado - exclamó María.
- Y esto no ha hecho más que empezar - respondió Pedro con una sonrisa misteriosa. Pasa que nos está esperando.

El coche sale del aeropuerto. A estas alturas, María ya sabe dónde está. Jerez, un lugar precioso con un gran ambiente y con cientos de cosas para visitar. Cuando se aproximan a la ciudad, el coche, en lugar de dirigirse a Jerez, se desvía por una de las carreteras secundarias.

- ¿Dónde vamos? - pregunta María desconcertada.
- Ya lo sabrás.

Pasados unos minutos, el coche toma un desvío y continua unos metros hasta llegar a un pequeña explanada entre dos edificios blancos. Es una antigua bodega.
Una chica se acerca a saludarles cuando salen del coche.

- Mi nombre es Ana. Bienvenidos a Sherish.

Sherish. Un nombre raro, peculiar. Pedro lo oyó unos meses atrás por primera vez. Estaba charlando con un conocido acerca de los sitios que habían visitado y que les habían gustado. Ambos coincidieron con Jerez. Dio la casualidad de que la familia de este conocido era de Jerez, así que estuvieron un buen rato hablando de la cuidad y sus encantos. Siempre se había quedado con ganas de volver. Entonces su conocido le habló de Sherish. La típica historia del familiar (en este caso, primo segundo) que había montado una casa rural y que estaba muy bien. Siempre escéptico ante estos comentarios, cuando acabaron la charla, Pedro se puso a investigar y a buscar refrencias del sitio.
Sorprendentemente, la casa llevaba unos años abierta, y su fama era mucho mejor que la que le había contado su amigo. Era un sitio pequeño con encanto, que tenía una variada oferta de actividades. Hasta ahí era más o menos como cualquier otra, pero había algo que la distinguía de las demás, su oferta cultural. Se habían convertido en un referente en actividades culturales en Andalucía. Celebraban actuaciones, conciertos, pequeñas representaciones, especialmente de gente joven que comenzaba o bien dirigidos a públicos reducidos. Habían tenido un gran éxito, e incluso habían sido escenario de alguna representación mayoritaria de gran éxito.
Así que decidió llamar para enterarse. Quedaban unos meses hasta octubre, pero no estaba mal ir enterándose. Estuvo hablando con ellos unos 15 minutos. Quería algo especial como regalo de cumpleaños, por lo que no quedó todo cerrado. Como los eventos iban cambiando, estuvieron en contacto para informarles de posibles actuaciones que le pudieran gustar. Cuando ya sólo quedaba un mes, todo estaba planeado.

- Gracias - dijo Pedro, tendiéndole la mano. Soy Pedro.
- Os estaba esperando. Hemos hablado tanto por teléfono, que ya tenía ganas de conocerte.
María estaba un poco despistada, por lo que Ana se acercó a saludarla y a darle explicaciones.
- Tu debes ser María. También habíamos hablado de ti. Llevamos meses preparando esto, así que espero que te guste.
- Me estáis asustando - dijo María.
- Nada de eso. Lo que tienes que hacer es disfrutar. Acompañadme a la habitación. Dado el tiempo que hemos tenido, tenéis reservada la mejor habitación. Está en la segunda planta y es la última del pasillo. Seguro que os gusta.

Ana les guió hasta la habitación, mientras les contaba la historia de la casa.

- Ya hemos llegado. Os hemos puesto un regalo especial. Estamos creando un espumoso en Jerez. Es un poco especial. Os hemos dejado una botella para que brindéis. Es un poco pronto, pero la podéis dejar para después del paseo. Está en la nevera.
- ¿Paseo? - preguntó María.
- Espero no haber chafado nada - comentó Ana algo azorada.
- Es la siguiente sorpresa. No hay problema. ¿A qué hora nos esperan?
- A las 11.00.
- Pues ahí estaremos.
- Os dejo. Cualquier cosa que necesitéis, me lo decís.

La sorpresa siguiente era una ruta a caballo por los viñedos, rematada con una visita a la Escuela de Arte Ecuestre de Jerez. Todo organizado desde Sherish y con un guía que les acompañó durante todo el tiempo.

Aprovecharon para quedarse a comer en la ciudad, y dar una vuelta por el centro.

- Es hora de volver. Tenemos que prepararnos para la velada de esta noche - dijo Pedro.
- Ya ni pregunto.
- No te preocupes, esta noche no nos movemos de Sherish.

A las nueve y media de la noche, bajaron por la escalera.

- Hola Ana, ¿está todo preparado? - preguntó Pedro.
- Todo.
- Perfecto. Muchas gracias.

Caminaron hacia el edificio de la bodega, donde estaba el restaurante y la Sala de espectáculos. Al entrar en el edificio, les sorprendió la decoración del edificio. A la derecha, una pequeña barra, como antesala a la cocina que se intuía tras unas puertas con unos ojos de buey. A la izquierda y enfrente, durante unos veinte metros, una serie de mesas espaciosas y separadas entre sí. La luz era tenue y venía de unas lámparas situadas en el techo. Se intuía un pasillo que dejaba la cocina atrás y se internaba por las mesas hasta llegar a un espacio previo a un escenario.
Su mesa estaba cerca del escenario. El espacio estaba pensado para quitar o poner las mesas en función del espectáculo. En esta ocasión estaban colocadas las mesas.

Se sentaron y a los pocos minutos se acercó un camarero a tomar nota. Prefirieron dejarse aconsejar y pidieron una cena de degustación especial de Sherish. La cena era ligera, ya que los días de espectáculo, éste comenzaba una vez terminadas las cenas, y mientras se servían algunas bebidas.
A eso de las diez y media, las luces del escenario se encendieron a la vez que las de las mesas se suavizaban. Un joven con pantalón y camisa negros, se acercó al micrófono.

- Buenas noches. Mi nombre es Toni. Alguno de vosotros ya me conocéis. Soy el responsable de todas las actuaciones de Sherish. También soy músico, y en ocasiones toco en esta sala, que para mi tiene un sentimiento especial. Hoy voy a tocar. Me acompañará una de las jóvenes promesas de la guitarra flamenca, Juan el Lagartija y su primo al cajón. En una primera parte, sólo habrá música y un poco más tarde tendremos un grupo de baile flamenco, que seguro que os gusta. Creo que hoy es un día especial, por la actuación, y me gustaría dedicárselo a una persona que cumple años hoy. A petición, hemos encajado esta actuación para que cayera en este día. La insistencia del peticionario nos convenció. Me han dicho que a María le gusta la guitarra y el baile flamenco, quizás por esa sangre andaluza que corre por sus venas. Te lo dedicamos especialmente a ti. Feliz cumpleaños.

En ese momento, las luces del escenario se apagaron, y tres focos iluminaron tres sillas en el escenario. La del centro tenía un cajón flamenco, y las otras dos, una guitarra apoyada en el respaldo. Tres figuras cruzaron el escenario y ocuparon sus sitios.

María apretó la mano de Pedro y susurro un gracias que le salió del corazón.

El espectáculo duró dos horas, que pasaron volando. La música fue perfecta y el baile cautivador. El público ovacionó a los músicos y bailaores durante cuatro largos minutos. Luego se encendieron las luces, y los camareros acudieron a las mesas a renovar las bebidas para el que quisiera alargar algo más la velada.

- ¿Te ha gustado? - preguntó Pedro.
- ¡Me ha encantado! Muchas gracias. Ha sido un regalo precioso.
- Entonces, sólo me queda darte el último regalo - comentó mientras hacía una leve señal al camarero.

Éste apareció con una bandeja en la que había una caja en forma de cubo de unos veinte centímetros, envuelta en papel plateado y con un vistoso lazo rojo.

- Tu regalo - dijo Pedro señalando el paquete.