viernes, 14 de agosto de 2009

Sherish

Lo auncié esta mañana, y lo voy a cumplir.

La serie (con vuestro permiso la voy a llamar así) trata de un grupo de amigos que.... (no os voy contar la trama, que así tiene más emoción)

He creado un grupo que va a vivir una serie historias que iré publicando por capítulos. No creo que cada capítulo sea una entrada en el blog, porque habrá algunas que sean largas. La serie se llama Sherish. ¿Y por qué se llama así? Pues ya lo iréis averiguando. Si soy capaz de hacerlo, le pondré una etiqueta a todas las entradas del blog que tratend de la serie, para que sea fácil buscarlas o verlas todas juntas.


Aquí dejo el prólogo (y con esto llevo tres entradas del blog en dos días).


Los amigos estaban sentados en una de las mesas del bar. Tres chicas y cuatro chicos. Era un grupo variopinto; los había serios, cómicos, dicharacheros, nerviosos, despistados, algún que otro con dones artísticas y todos con una cosa en común, la amistad que les unía.

Solían quedar en el bar a tomar algo y hablar de sus cosas. Últimamente, los ánimos estaban un poco decaídos. Casi todos habían terminado los estudios y andaban trabajando en lo que les había salido. Nada interesante, pero al menos les dejaba algo de dinero.

Martín había estudiado Derecho. Era el único que no trabajaba. No tenía tiempo. Andaba opositando. Sólo le quedaba una tarde libre, que usaba para quedar con sus amigos. Estudió Derecho por eliminación, ya que era lo único a lo que podía optar con posibilidades de acabar. Cuando terminó, la vía más segura era opositar. Llevaba dos años y un examen fallido. Su humor se había avinagrado hasta el punto de que el chaval chistoso de hacía unos años se había convertido en un insufrible cínico.

Toni no tenía carrera. Hizo FP y cuando terminó se puso a trabajar con un amigo de su tío. Delineante, con aspiraciones artísticas, sobrellevaba su trabajo como podía. Era un puesto seguro, con pocas complicaciones, pero sumamente aburrido.

Lucía era la genio del grupo. Desde pequeña demostró tener una cabeza increíble acompañada por un don de gentes fuera de lo normal. La gente enseguida congeniaba con ella. Estando ella era difícil que un grupo de personas discutiera o se aburriera. Sus padres estaban separados y no se podían permitir pagarle una buena carrera. Se sacó el Secretariado Internacional y trabajaba en una empresa de la ciudad. Su jefe era un imbécil y hacía un trabajo que no le gustaba.

Ana era la belleza del grupo. Alta, pelirroja, ojos verdes. Comía como una lima y bebía como un cosaco pero su figura no se resentía. Trabajaba en el negocio de su familia. Poseían unos viñedos y tenían su propia bodega. Les daba lo suficiente para que toda la familia viviera holgadamente.

Raúl era el mayor del grupo. Había estudiado Química y trabajaba de comercial de una empresa farmaceútica. Espontáneo y algo alocado, se casó con una americana en el último año de carrera. Se divorciaron al cabo de unos dos años. Cuando acabó la carrera estuvo un año en Estados Unidos, pero se cansó, se divorció y se volvió a España.

Lucas era el artista. Estudió piano en Madrid, y vivía de la música. Durante el día daba clases de música y por las noches tocaba en un garito. Tenía un don para la música. Componía sus propias canciones. Tenía una cartera de clientes a los que vendía sus composiciones. Películas, documentales, anuncios, cantantes y grupos, algunos conocidos llevaban su música.

Rosa, era la conciencia del grupo. Seria y con la cabeza bien amueblada, estudió Psicología y trabaja en un Instituto de Educación Secundaria. Estaba de sustitución y el puesto no era muy bueno, pero le dejaba mucho tiempo libre y tampoco tenía otras opciones.

Rosa acababa de llegar. Estaba un poco deprimida.

- ¡Qué asco! Termina el curso, y me han dicho que el curso próximo se reincorpora la persona a la que sustituyo. Me han dicho que me mantienen hasta octubre, pero que después me tengo que ir. Y no hay ningún otro puesto vacante.

- ¡Vaya! - exclamó Ana. Llevamos una racha espantosa. Lucía está al borde de la dimisión, Raúl cada vez tiene menos visitas y ahora lo tuyo.

- A mi me ha bajado bastante mi cartera de alumnos - comentó Lucas. De momento no hay problema, porque tengo mis otras cosillas, pero no sé cómo va a venir el futuro.

- Pues yo sigo estudiando, a pesar de que no hay prevista ninguna convocatoria para este año - el ánimo de Martín tampoco era muy alto.

- Hay que hacer algo para animarnos - dijo Ana. Estamos en verano y somos unos muermos. Mis padres han comprado los viñedos colindantes con los nuestros. Los hijos de los anteriores dueños han ido desatendiéndolas desde hace años. Malvendían la cosecha sin casi beneficio, y al final, han decidido deshacerse de ellos y repartirse la pasta. Mis padres llevaban tiempo estudiando quedarse con los viñedos. Piensan que invirtiendo un poco de pasta, les podemos sacar un buen rendimiento.

-Veo que al menos al alguien le van bien las cosas - comentó Lucía. Es envidia sana - dijo sonriendo a Ana.

- Gracias. Mañana vamos a ver los edificios que tenían. Mis padres no saben qué hacer con ellos. Nosotros reformamos nuestras bodegas hace un par de años y creemos que no necesitamos sus edificios. Tenían una bodega, que no han conservado muy bien y una casa donde vivían los padres antes de morir. Parece una casa grande. Mis padres quieren echar un vistazo a ver qué se les ocurre. Podríamos ir todos y pasar el día allí.

- ¡Un día en el campo visitando edificios abandonados! ¡Algo que no podemos dejar pasar! - el tono de Toni era jocoso.

- ¡Eres un capullo! - soltó Raúl. Ana nos propone cambiar de aires con algo distinto y no sabéis apreciarlo. Vamos a poner un fondo y compramos cosas.

- Yo llevo mi parrilla portátil -respondió Toni, algo arrepentido. Seguro que hay sarmientos de sobra. Necesitamos mucho hielo y mucha bebida.

- ¿Podemos pasar la noche allí? -preguntó Lucas. Por la noche ya no hace frío. Si encontramos un lugar un poco cubierto, nos llevamos los sacos de dormir y montamos una juerga nocturna. Hace siglos que no nos vamos de acampada.

- Esto ya está mejor - dijo Ana.

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a hacer planes y a repartirse las tareas. Mientras, Ana llamó a sus padres para comentarles el plan y de paso, para pedirles permiso. No hubo ningún problema.

Estuvieron toda la tarde comprando lo necesario y haciendo los preparativos para el día siguiente. El padre de Ana les dejó una de las furgonetas de la bodega. Lo hacía siempre que se iban de acampada o de viaje. Quedaron todos a las 10 de la mañana del sábado. Los padres de Ana irían delante con su coche y los chicos en la furgoneta. A media mañana, los padres se volverían y ellos se quedarían hasta el domingo. El padre de Ana les había comentado que seguro que encontrarían algún sitio medio cubierto para pasar la noche.

3 comentarios:

belushy dijo...

No, si tenía que aparecer un Delineante.... pero no te creas que es tan aburrido... es una juerga constante!!.. no sabes lo que es repetir durante meses las mismas rectificaciones una y otra vez.... bueno... me voy a cortarme un poco las venas....

Manz dijo...

Joer que puñeta... ahora tendré que buscar la contraseña para poder "comentar"...
...tendré que retomar mi blog para que no me llamen vago (asunto complicado, sólo se me ocurren duras críticas al zapaterismo)...
...y tendré que valorar los escritos del Deditos... ¡sin herir sus sentimientos!

1ª valoración: Buen comienzo, aunque sería bueno que alguno de tus personajes (por no decir todos) soltara un taco de vez en cuando, de lo contrario parecerá una historia de Enid Blyton.

2ª valoración: Javi tío, déjatelas largas... y delineante (al igual que carpintero, abogado y zapatero) ¡se escribe con minúsculas!

belushy dijo...

... ya llegó el tocapelotas...