lunes, 17 de agosto de 2009

El origen de la creación

No os emocionéis pensando en una disertación filosófica o religiosa sobre el origen del mundo. No es el momento.

Esto va sobre algo más básico

¿Os habéis preguntado alguna vez cómo nacen las obras?
¿Cómo hace un pintor para empezar un cuadro? ¿O el escultor con su obra? ¿O el compositor? ¿O el escritor?

Me imagino que cada uno tendrá su técnica. Si se ha estudiado carrera de algo de esto (si es que la hay o si tiene sentido) supongo que habrá unas técnicas. Luego, cada maestrillo tendrá su librillo y cada uno se apaña como puede.

Al hilo de unas palabras mías, uno de mis graciosos lectores (tengo más de uno???) me llamó esquizofrénico. Lo voy a explicar para evitar malentendidos. En cualquier caso, creo que cualquier creación es un acto de locura; mayor o menor, pero locura al fin y al cabo.

Yo empiezo con una idea. La manera de llegar a esa idea puede ser variada. En su época, cuando hacíamos concursos de relatos, se ponía y tema y todos teníamos que ceñirnos al mismo. En este caso la idea ya la tenemos. Esto es una ventaja y un inconveniente. Por un lado, ya sabes de lo que tienes que escribir, pero por otro, a lo mejor eso no te inspira (es decir, no te pone). No está mal, pero a mi no me gusta demasiado. Yo prefiero llegar por mi mismo a la idea. ¿Y cómo llego a ella? Pues por mil caminos. Yo soy una persona muy observadora. Me encantar mirarlo todo y fijarme en los detalles, al menos, en los que soy capaz. Me gusta observar personas y situaciones. Mi cabeza va funcionando. Es como si estuviera constantemente buscando ideas. Cuando se me ocurre una, la archivo. Ahora os imagináis que voy por la calle, y que me paro de repente, saco una libreta del bolsillo y un lápiz y me pongo a anotar cosas. ¡Muy mal! No llevo ni libreta ni lápices. Como mucho el itouch, que me sirve de agenda y bloc de notas (soy un friki, lo siento). A lo que iba, lo anoto, pero en la cabeza (guau). Como tengo la cabeza como la tengo, a veces se me pierden, y es una putada porque son grandes ideas. Pero en general, no se pierden. Se quedan ahí y van madurando. Evolucionan y cambian (en este punto, estais pensando que vais a llamar al manicomio para que me vengan a buscar). Haced lo que queráis, pero funciona así. La "serie" que estoy escribiendo se basa en una idea antigua, de hace unos años, que ha ido madurando y evolucionando en el archivo. Es como el buen vino, lo metes en la barrica (de buen roble envejecido) y lo dejas madurar. Mi cabeza no es de roble (aunque es bastante dura) y no maduran malas ideas en ella.
Ya tenemos la idea. Unas veces considero que ya ha madurado lo suficiente y la saco a la luz rápido, y otras, se queda semanas, meses o años dando vueltas. Por ejemplo, si necesito hacer un regalo, la idea la consigo más o menos rápido. Es un vino joven; ácido y fresco. A veces salen buenos y otras veces, normalitos. Siempre queda la duda de que habría sido si la hubiera dejado madurar.

Idea conseguida. Siguiente paso.
Esto no es una ciencia, así que no siempre seguimos los mismos pasos. Normalmente, pongo el título. ¿El título? Ya os veo de nuevo, buscando el teléfono del manicomio. Parad un momento. Para mi, el título marca y encamina la historia. No es lo mismo un relato que se llame "El misterio del moco verde" que "El refugio". Este último tiene más fuerza, da más juego, es intrigante, marca el tempo de la historia. Pues eso, le pongo un título. A veces no es el definitivo, pero varía poco, siempre en la misma linea.

Ya casi lo tenemos. ¿Qué coj**es tenemos? estaréis pensando. Una mísera idea y un titulillo. Este escritor de pacotilla no se como una rosca. Calma. Tenemos la idea (que sabéis que evoluciona) y el título. Ya podemos empezar a contar algo. ¿El qué? Pues es obvio...

Una imagen. Si todavía no os habéis ido, creo que podemos llegar hasta el final. Pues yo me imagino una imagen. Como cuando empieza una película. Veo a un grupo sentado en un bar. Veo una princesa en la ventana de su torre. Veo un hombre andando bajo la lluvia. Todo influido por la idea y el título. Ahora viene un momento crucial; hay que ponerle nombre al personaje. Os aseguro que esto me lleva su tiempo. Más del que pensáis. Probablemente sea capaz de escribir una hoja antes de ponerle un nombre a un personaje. A veces no. Si la imagen es buena, el tío tiene el nombre implícito. El de la lluvia se llama Luis, se le ve en la cara. Luis tiene pinta de andar por la calle con la que está cayendo. La princesa es Lucinda. Un nombre de princesa de relato no puede ser normal. Una princesa de relato no se puede llamar Paqui, Lola.

Pues ya lo tenemos. Ahora hay que dejar que cobren vida. Hemos llegado al origen de la esquizofrenia. A mi los personajes me van contando la historia. Yo tengo un rumbo (no rombo, que de esos tengo dos que giran sobre su eje) pero los personajes son libres. Ellos me dicen y yo lo escribo. Normalmente, se salen de lo que yo había pensado, pero eso no es un problema. Los personajes están vivos y viven sus historias. Yo narro esas historias. Contar la mía es muy aburrida, y mis personajes tienen mucha más chispa.

Ya está. ¿Y cuánto dura la historia? Lo que dure (...dura, jeje). Si tengo un límite, pues me voy adaptando, les digo a los personajes que vayan acortando y punto. Que no hay limite, pues hasta que los personajes tengan algo interesante que contar.

No os vayáis todavía, que queda lo mejor. El final. ¿Cómo hacemos el final? ¿Alegre o triste? ¿Abierto o cerrado? ¿Boda o entierro? ¿Beso o asesinato? En este caso, aunque los personajes me ofrecen su versión, el puto jefe soy yo, y el final lo pongo yo. Elijo el que me apetece en ese momento, o el que veo que mejor le pega a a historia. En general, me gustan los finales no felices y abiertos. Esos que os dejan cara de tonto pensando que qué he querido decir. ¿Nos va a contar más después? ¿Tenía que morir la princesa? ¿Por qué la protagonista se va con el malo malísimo? Si no os gusta, mala suerte. La verdad es que el final marca un poco la historia y a veces, cometo el error de cerrar demasiado rápido la historia y no cebarme en el final. Pero es que esto, aunque parezca que no, es difícil.

Espero que estas líneas os hayan ayudado a comprender cómo se hace una historia, o por lo menos, cómo las hace Mr Deditos.
Si oigo una ambulancia, saldré corriendo, por si acaso.

3 comentarios:

Manz dijo...

Bien... en mis tiempos de EGB seguía tus patrones, incluído lo del título.
También coincido en que cuando te plantean un tema, te quitan un trabajo, aunque resta personalidad a la historia a contar.

Yo también participé en varios concursos de cuentos, quedando muy bien clasificado siempre, o casi siempre... pero mi formación académica finalizó pronto, y con ella mi dedicación literaria.

La retomé en un par de ocasiones para escribir en un par de revistas de ámbito comarcal que se fueron a tomar por culo al poco tiempo (por mi mal hacer, sin duda, jejeje) y lo abandoné.

De hecho el blog lo inicié por insistencia de mis amigos de la infancia, que en reuniones esporádicas me sacaban el tema y, sin duda, porque se me encendió la bombillita al ver el tuyo.

A mí no me hablan mis personajes, pero me parece muy respetable que los tuyos lo hagan contigo... eso puede significar que tienes la ilusión mucho más viva que yo, y que andas por el buen camino.

Mi comentario es muy largo (me ha costado reducirlo), podría íncluirlo en mi blog, pero éste tema es tuyo, y al César lo que es del César :)

Marina Córdoba dijo...

Si ya lo dije hace poco en un comentario de este mismo blog......eres un crack, majete.
Eso de que los personajes te hablen, anda que no me han crecido a mi las orejas para ver si oía algo de los personajes que me inventaba cada vez que nos pedían escribir algo, uffffff, la Dumbo parecía y ni asi tuve suerte de escuchar ná.
Unos sirven para una cosa y otros son geniales en otra.
Me encantan tus relatos........

belushy dijo...

Aparte de esquizofrénico, paranoico... tranquilo... que no te voy a perseguir por ello...sólo tendré un poco de cuidado...Vengaaa.. que lo paso de coña leyendo tus alucinaciones!! :D