lunes, 3 de diciembre de 2007

Piedras Verdes - Primera parte (Relato)

A veces el cerebro se comporta de manera extraña. Cosas que hemos visto o leído y que no recordamos, acuden a nuestra mente en momentos inesperados y de gran tensión.

Ana estaba en el suelo, acurrucada, intentando encajar las patadas de su marido. De repente, un artículo del periodo de un par de semanas atrás le vino a la cabeza. Recordaba con exactitud su contenido. Un pueblo, Piedras Verdes. Una idea absurda, una esperanza. Ahora todo era más fácil. Un rayo de esperanza. Después, la oscuridad.

Cuando despertó, vio dos pares de ojos asustados, mirándola. Sus hijas estaban tumbadas a su lado. Natalia, la mayor, le ponía un trapo mojado en agua fría en la cabeza. La rutina, demasiado dura para dos niñas de cinco y seis años. Siempre ocurría lo mismo; un día duro, Manuel llega a casa de mal humor y lo paga con Ana. Antes era esporádico, últimamente más a menudo. Después, el arrepentimiento. Todo falso claro. Las denuncias no habían conseguido detenerle. La justicia, en caso de existir, es demasiado lenta; la mayoría de las veces, tardía e inútil.

Sabía que tenía que levantarse. Conocía el tiempo que tenía. Al día siguiente, Manuel siempre volvía tarde, arrepentido exteriormente, pero siempre volvía. Tenía que darse prisa si quería hacerlo.

Se levantó con esfuerzo, sonrió a las niñas, y les habló:

- Niñas, tenéis que ayudarme.

Se dirigió a la habitación de las pequeñas, abrió el armario, sacó la maleta grande del altillo, y les dijo que metieran lo más imprescindible. Sobre todo ropa para el frío. Fue a su habitación e hizo lo mismo. Recogió sus escasas joyas y las metió en el bolso grande. Preparó un buen desayuno, y les dijo a las niñas que iba a salir un momento, y que acabaran el desayuno para cuando ella volviera.

Salió del piso, echó la llave y bajó decidida las escaleras. Ataviada con unas grandes gafas de sol fue a hacer lo que tenía que hacer.

Dos visitas; una al banco, para sacar lo máximo posible de la cuenta de ahorro, con la excusa de un nuevo frigorífico para sustituir al antiguo que se había estropeado. La siguiente a la estación de autobuses. Tres billetes. Tres trayectos. Huesca-Madrid, Madrid-Soria, Soria-Piedras Verdes.

El viaje había sido horrible. Mirando hacia atrás, asustada. Las niñas alegres al principio, cansadas después, nerviosas, intranquilas. Al final, se durmieron en la estación de Soria, mientras esperaban el último autobús. Ana no podía dormir, no quería, no se atrevía. Tras los cristales oscuros de sus gafas, las ojeras hacían juego con el tono violáceo de los golpes.

A las diez de la mañana, llegó al apeadero de Piedras Verdes. Un lugar frío, pocas casas, poca gente. Entró en el bar y pidieron para desayunar.

El camarero les miró extrañado. No las conocía. Él conocía a todos los del pueblo. ¡Qué extraña imagen! Como buen conocedor de la gente, intuía algo raro.

- ¿Cómo puedo ir al Ayuntamiento? – preguntó Ana.

- Al final de la calle. El edificio blanco con las banderas – respondió el camarero. No tiene pérdida, justo en frente de la ermita.

- Gracias. – se dirigió a las niñas. Nos vamos, poneos el abrigo

Las niñas la miraron resignadas. Estaban cansadas y no tenía buen aspecto.

- ¿Por qué no las deja aquí? – propuso el camarero en un impulso.

Ana le miró extrañada. No era desconfianza, sino extrañeza. El camarero la interpretó mal.

- Mi mujer está en la cocina, con mi nieta. Aquí no tenemos colegio y la tenemos durante el día. Se puede asomar si quiere. Se pueden quedar con ellas. Seguro que se lo pasan mejor. Y de paso, pueden dejar esas maletas. Parecen pesar.

Ana sonrió. No recordaba la última vez que lo hizo. La coincidencia fue lo que le hizo sonreír. El colegio. ¡Qué curioso! El artículo que la llevó hasta Piedras Verdes trataba del colegio. Sería más preciso decir que trataba de la falta de colegio. El típico pueblo pequeño sin muchos niños que no tenía el número de niños necesarios para mantener el colegio abierto. El Ayuntamiento pedía familias con niños para que fueran a vivir. Les ofrecía trabajo. Necesitaban niños para que mandaran un profesor y que pudieran abrir el colegio. Información en el Ayuntamiento.

Se asomaron a la cocina. Las dudas de Ana se disiparon.

Dos horas después, Ana volvió al bar. No había nadie. En la cocina tampoco. Se oían algunos ruidos arriba.

- ¿Hola?

Antonio, el dueño del bar, asomó la cabeza por la escalera.

- Estamos aquí. Hemos acostado a las niñas. Estaban agotadas.

Ana les contó la visita al Ayuntamiento. Se sentía cada vez mejor, conforme iba contándoles toda la historia. El hablar con desconocidos del horror que habían pasado, le liberaba de la pesada carga que acarreaba.

Primero con la chica del Ayuntamiento.

Cuando iban por la mitad de la historia, la pasó al despacho del alcalde, su tío. Por primera vez en mucho tiempo, todo parecía salir bien. Le ofrecieron una casa a cargo del Ayuntamiento. Estaba destinada a una familia completa, pero las circunstancias de Ana hicieron que no hubiera problema. Del trabajo ya hablarían más adelante. Después, llamaron al puesto de la Guardia Civil de la comarca. Estuvieron media hora hablando con el capitán. Todo cerrado y arreglado. Iban a tramitar la denuncia y la petición de orden de alejamiento. Todo en el Juzgado de la comarca, a nivel local. Todos conocidos. Sin problemas.

Después, casi lo mismo en el bar. A final, Antonio cerró el bar (“hoy no va a venir mucha gente”, dijo), la acompañó otra vez al Ayuntamiento, con el alcalde de chófer, la dejaron en su nueva casa.

continuará…

9 comentarios:

Manz dijo...

Sigo por aquí... esperando la segunda parte, aunque me da en la nariz, que serán más.

Tiene buena pinta el relato, espero que en mitad salga un tipo enfundado en abrigo largo, que empiece a sacar armas hasta de los calcetines, disparando a los malos en sus partes blandas y haciéndolos pasar horribles sufrimientos... ¡oh, yeah!

Bueno... si no aparece "El Castigador" disfrutaré de la lectura, tranquilo.

belushy dijo...

gggrrrrrrrr..... como jode eso de "continuara"....

Coño Cetor, que friki eres....

Manz dijo...

¿Que soy friki?... Tú lo que quieres es que aparezca el maestro Yoda, anda, ¡reconócelo!

Carlos B dijo...

Va bien la historia, a ver como continua, y si no tarda mucho, aunque lo bueno ;D, a ver que ocurre, yo como cetor creo que aparecerá el maltratador en el pueblo y... ya lo veremos, ya

Saludos

belushy dijo...

Yoda no coño!! que me recuerda al Pujol... :D

bruja dijo...

¿Pero tu crees que me puedes hacer eso? ¿ Quieres que no duerma pensando en que pasará?
¡¡ Ya estás escribiendo la continuación ya!!. Bueno vale en cuanto puedas ¿ok?

FElicidades por tu cuchitril Mr.Deditos.

madavar dijo...

muy bueno, yo desde luego "continuaré..."

belushy dijo...

Que??? todavía no ha llegado la musa?? vengaaa!! cojonazos!!!

Manz dijo...

Estoy por abrir otro blog para continuar las historias que el Deditos deja a medias... jejejeje