viernes, 28 de agosto de 2009

Tanteando (Sherish)

Llegaron a la doble puerta de la bodega. Estaba bastante descuidada. La pintura marrón oscura estaba desconchada y los herrajes estaban oxidados. Ana rebuscó en el manojo de llaves. Buscó la que tenía la etiqueta apropiada y la metió en la cerradura. Sorprendentemente, entró sin problemas y giró a la primera. Tras dos vueltas a la llave, la puerta se abrió. Lucas no andaba muy descaminado. Un pasillo central de tierra recorría todo el largo de la bodega. Tendría unos sesenta o setenta metros de largo. En los laterales, varias hileras de barriles que llegaban hasta media altura. El edificio era muy alto, de más de diez metros. Por encima de los barriles, se veían las ventanas rectangulares por las que entraba la luz. Decenas de rayos de luz atravesaban la bodega iluminando las partículas de polvo en suspensión. Los barriles se encontraban en distintos estados. Los de las hileras superiores estaban medio rotos, mientras que los de abajo estaban en mejor estado. En cualquier caso, era dudoso que se pudieran reaprovechar. Era una pena, porque había una buena cantidad de barriles.
Otro punto en el que Lucas había acertado era el del olor. Olía como todas las bodegas, a pesar de encontrarse abandonada. Los años de albergar los vinos habían dejado ese peculiar olor a vino envasado en barricas de cualquier bodega.
Continuaron andando por los pasillos, hasta llegar al centro de la bodega. Un pasillo mucho más estrecho cruzaba perpendicularmente el pasillo central acabando en dos puertas más pequeñas.
- Estas puertas deben ser las que usaban para entrar a pie - comentó Ana.
- Seguramente - confirmó Toni. El pasillo central es más ancho para permitir que entraran los camiones. Para el paso normal usarían las puertas laterales. Vamos hasta el final a ver qué encontramos. Parece que allí hay una habitación.

Se dirigieron hasta el otro extremo de la bodega. Unos metros antes de terminar, se acababan los barriles. A la derecha había un despacho. La puerta estaba abierta. No había gran cosa; dos mesas en L, con sus correspondientes sillas, un par de archivadores metálicos y en uno de los laterales, un sofá con una mesa baja.
A la izquierda había otra habitación cuya puerta estaba cerrada. Al contrario que el despacho, no tenía ventanales en las paredes, con lo que no se podía ver que contenía..
- Seguro que es un almacén -dijo Raúl. Estará lleno de herramientas y cosas por el estilo.
- Se lo comentaré a mi padre para que busque la llave. La verdad es que no sé qué piensa hacer con esto. Lo que les interesa son los viñedos. Estos edificios son más un estorbo que otra cosa. No creo que se vayan a gastar el dinero en derribarlos. Además, no se puede plantar aquí, con lo que no tiene sentido ganar más terreno.
- Pues es una pena - dijo Alicia. Están descuidados pero se podrían aprovechar.
- ¿Para qué? - preguntó Rosa.
- Ni idea, pero seguro que alguien podría encontrarles utilidad.
- En fin, la visita turística ha sido interesante - comentó Toni. Creo que es el momento de pasarnos al grupo de la barbacoa. De hecho, eso que huele no parece el vino, sino las brasas que deben estar preparando nuestros cocineros.
- La verdad es que la visita me ha abierto el apetito - dijo Raúl sonriendo.

Salieron de la bodega parpadeando para adaptar los ojos a la luz, después de la oscuridad de la bodega. Cuando llegaron al patio donde Lucas y Martín habían preparado la barbacoa, las brasas estaban listas. De hecho, ellos ya estaban comiendo un pequeño bocadillo de chorizo.
- No nos miréis así - se defendió Martín. La barbacoa da mucho calor, y sabéis que no puede tomarme la cerveza sin comer nada. Luego me sienta mal.
- ¡Pobrecito! - dijo Rosa con ironía.
- Pues ya puedes empezar a echar cosas a esas brasas, que venimos con hambre - dijo Raúl mientras abría la nevera y repartía las bebidas.
En ese momento, aparecieron los padres de Ana.
- Llegáis en el momento apropiado. ¿Qué tomáis?
- Muy amables -respondió la madre de Ana. Pues dános dos botellines.
- ¿Algo de comer? - preguntó Lucas.
- De momento no. ¿Qué tal la visita? - preguntó el padre de Ana.
- Interesante -respondió Ana, procediendo a contarle las dos visitas. ¿Qué tal vosotros?
- Lo esperado. Este año no podremos aprovechar mucho. Vendimiaremos y venderemos el vino a granel. No creo que podamos quedarnos con nada. El año que viene nos pondremos en serio con esta parte, para que podamos ampliar nuestra producción. Si nos atreviéramos a mezclarla con la nuestra este año, quebraríamos. Pero tienen buenas posibilidades. El problema es la falta de dedicación. No se pueden tener estas extensiones sin cuidarlas. Han dejado abandonados los viñedos.
- ¿Y qué vais a hacer con los edificios? - preguntó Lucas.
- Ni idea. De momento nada. Ya se nos ocurrirá algo. Mientras, podéis disponer de ellos - dijo dirigiéndose a su hija. Sé que este año andáis cortos de dinero y que os gusta iros unos días de vacaciones. No es que sea el sitio ideal y no tiene playa, pero podéis estar tranquilamente sin que os moleste nadie. Por lo menos, podéis desconectar.

Los amigos se miraron unos a otros. La verdad es que prácticamente habían renunciado a irse a algún sitio. No sabían qué hacer.

- Sin compromiso, chicos -dijo, interprentando sus caras. Me ha salido de repente. Nosotros no vamos a utilizarlos. Si creéis que podéis hacer algo con ellos, vosotros mismos.
- Nos lo pensaremos papá - se acercó y le dio un beso. Gracias por el ofrecimiento.
- Es hora de marcharnos, Ramón - dijo Ana, la madre. Dejemos a los chicos tranquilos y no les enredes con tus cosas.

Los padres subieron al coche y regresaron a Jerez. Los amigos disfrutaron de una comida larga y tranquila, y después, se fueron a buscar zonas de sombra para reposar. Al final terminaron sacando la mesa de la cocina a la zona de las cuadras. Encontraron una manguera y limpiaron el polvo de la mesa y las sillas. Las chicas se sentaron a charlar, mientras que los chicos se tumbaron a echar la siesta. Cada uno eligió el lugar que más le gustaba. Lucas se llevó una de las mantas, y se fue a la bodega, pensando que sería el lugar más fresco y tranquilo. De paso, se llevó la guitarra por si no podía dormir.

Entró por la puerta principal, que había dejado abierta antes. Le gustó la bodega nada más entrar. Se sentía bien dentro. Quizás sería la luz tenue y el silencio. Se dio una vuelta por dentro, y al cabo de un rato, extendió la manta en uno de los pasillos laterales y se echó a dormir.
Le despertó un rayo de sol que le daba directamente en la cara. Cuando se había tumbado, no daba la luz en ese sitio, pero al ir cayendo la tarde, se había desplazado el sol. No se oía nada fuera. Seguro que el resto estaba durmiendo, o habían ido a pasear. Se sentó apoyando la espalda en uno de los barriles, y sacó la guitarra. Estaba inspirado. Tenía una canción en la cabeza. Dejó que los dedos recorrieran las cuerdas. Tras un par de intentos, la melodía comenzó a sonar como el quería. Recordó que se había dejado la libreta en la furgoneta. No importaba, la melodía no se le iba a olvidar.
Estaba tan concentrado en la canción que no se había dado cuenta que las tres chicas habían entrado en la bodega. Cuando acabó de tocar, levantó la cabeza y las vio apoyadas en uno de los barriles que había enfrente.

- Bonita canción - dijo Ana.
- Gracias. Llevaba días dándole vueltas, pero hasta hoy no había conseguido hacerla salir.
- Sonaba genial - comentó Alicia. No tiene mala acústica la bodega.
- Los muros son muy gruesos para mantener el frescor - dijo Ana. Eso debe influir.
- Si no fuera por los barriles, sonaría mucho mejor - dijo Lucas.
- Pues a mi me sonaba perfectamente - dijo Rosa. ¿Puedes tocarla otra vez? Creo que no la hemos pillado entera.
- Creo que sí -respondió Lucas. No he traído papel, pero la tengo en la cabeza.

Las tres chicas se sentaron frente a Lucas. Éste se tomó una pausa larga. Ellas no dijeron nada; ya le conocían. Siempre esperaba como un minuto, y luego comenzaba a tocar. Tras la pausa, la música inundó la bodega. Ciertamente el sonido era bastante bueno. Cuando la canción terminó, el resto del grupo apareció por la puerta.

- ¡Eso no vale! - se quejó Martín. Los conciertos son por la noche y con previo aviso.
- No seas tocapelotas - replicó Alicia. Esto era el ensayo.
- Pues se ese es el ensayo, no quiero imaginarme cómo será el concierto - respondió Raúl.
- No seáis tontos - dijo Lucas riendo. Sólo estaba inventando algo. Yo no toco conciertos fuera de mi horario de servicio. Además, no habéis pagado entrada, con lo que no tenéis derecho a reclamar. Y no pienso tocar más hasta esta noche. Vamos fuera, quiero dar un paseo por los viñedos.

2 comentarios:

belushy dijo...

Tu te has leído últimamente "La Bodega" de Noah Gordon... eh?? Por cierto, la próxima vez que te hablen diles que no se coman el chorizo en un bocadillo, que como les de por hacerlo con dos o tres acabarán jartitos...

mr deditos dijo...

Pues la verdad es que lo lei hace tiempo.
Y no me acuerdo mucho...