jueves, 17 de enero de 2008

La música

¿Os imagináis un mundo sin música? O algo peor ¿Os imagináis que la banda de nuestro queridísimo Teddy Bautita y el Rey del Pollo Frito dominaran este mundo?

No podríamos disfrutar de la música, lo que sería una catátrofe

Hay que reconocer que la facilidad que hoy tenemos para tener y oír cualquier grupo, artista, banda, orquesta que exista hace que el valor de la música (y no hablo del monetario) haya caído en picado. Yo recuerdo que antes, cuando querías conseguir un disco, tenías que ahorrar para comprarlo, o convencer a alguno de tus amigos para que se lo comprara o que buscara a alguno de sus otros amigos a ver si alguien lo tenía. Y luego lo grabábamos en cintas de audio. Casi todos vosotros sabéis lo que es. Al resto ni se lo explico, que busquen por Google. Mis antecedentes se remontan a una edad muy temprana. En mi casa siempre ha habido un tocadiscos y algún equipo para grabar la música de los discos. Hay que entender que el tocadiscos era un objeto importante y se encontraba normalmente en el salón. Si querías oír un disco, había que pedir permiso para ponerlo. Recuerdo el esmero de mi padre al poner un disco. Sacaba con cuidado el vinilo de su fundita de plástico, sacaba la gamuza de limpiarlo y lo limpiaba siguiendo la dirección de los surcos, sacaba el cepillo para limpiar la aguja (diamante o zafiro) lo limpiaba con el inconfundible “ras, ras” en los altavoces. Luego se colocaba el disco y manualmente (los tocadiscos con posicionamiento automático son más modernos) colocaba la aguja con esmero en el inicio del disco. Como podéis entender, esto no lo podía (o los padres no querían) hacer un mocoso manazas de menos de 14 años. Y luego no podías ir hacia detrás o hacia delante porque eso no se podía hacer en los tocadiscos. Tenías que levantar la aguja y colocarla en el surco que separaba las canciones. Y si tenías mal pulso, rallabas el disco.

Así que inventaron los radio-casetes que de portátiles tenían poco, pero al menos los podías manejar mejor y podías pasar las canciones. Claro que como se te engancharan las cintas, había que ser ingeniero para arreglarlo.

Yo tenía una platina (se llamaban así los buenos equipos para hacer el hi-fi) Sony, con control de volumen de grabación y agujas que marcaban el sonido del altavoz derecho e izquierdo. Y comprábamos unas cintas de cromo, que costaban una pasta y grababas los discos con esmero, y como siempre sobraba espacio en las cintas, al final de cada una, grababas restos de otros discos.

Yo eso lo hacía desde pequeñito, y no había canon y la gente no se preocupaba tanto de las copias personales. Y conseguir un disco era una odisea. Antes cuando salía un disco importante llegaba a España, meses o incluso un año después y esperaba ansioso para comprarlo, y se lo grababas a tus amigos y ellos estaban encantados y te debían una; cuando ellos se compraban algo, le pasabas una cinta y a esperar a que tuviera tiempo de grabarla.

Entonces sí que apreciabas un buen disco, porque te costaba conseguirlo. En mi caso, cuando llegaba el verano, ya un poco más mayor, veníamos a Madrid, y yo daba la lata para que me llevaran a Madrid Rock (el local pequeñito de la calle Mayor) y yo estaba encantado.

Yo creo que esto hacía que los discos fueran sublimes. Los grupos sacaban discos cada varios años y, desde mi punto de vista, eran mucho mejores que los de ahora. Los discos de ahora no son espectaculares. Son buenos, con muy buena calidad y muy buenos arreglos, pero hace años que no cae en mis manos un disco de los buenos buenos.

Aún así, yo no podría pasar sin la música. La música te acompaña. Oyes diferentes cosas según tu estado de ánimo. En mi caso, cuando tengo un día malo, en el coche pongo algo cañero a todo trapo, que me anime. Y cuando estás de bajón, eres un poco masoca y te pones cosas lentas y melancólicas para regodearte en la tristeza.

Por no hablar del poder de la música. A mi me pasa que determinadas canciones, las tengo ligadas a algunos momentos del pasado, y cuando las oyes, te sientes trasportado años atrás a momentos inolvidables. Normalmente son buenos, pero no siempre tienen que ser así.

Por ejemplo, si escucho Midnight Oil y su “Beds are burning” me veo en un pub de Linares, con mis amigos, jugando a una máquina de petacos o al billar, mientras tomábamos un tercio (el presupuesto no daba para más). Si escucho Nick Kamen y su “Promise myself” me acuerdo de cuando comencé a salir con mi mujer (o sea cuando empezamos a ser novios). Si escucho Danza Invisible y su “Club del alcohol” me acuerdo de las juergas con mis amigos, porque era la canción que nos gustaba y la que poníamos cuando los padres de alguno se iban y nos dedicábamos a atracar el mueble bar (sin que se notara). Si escucho a Rodrigo Leao (supongo que ninguno sabe quién es) y su “Ave mundi luminar” me recuerda a la primera vez que leí los Pilares de la Tierra, porque es un disco instrumental que oía mientras leía, y lo tengo asociado al libro. Y así con muchas otras canciones, que me llevan al pasado y que ahora mismo no recuerdo, pero que si sonaran en la radio o en algún sitio, automáticamente me refrescarían la memoria y harían aparecer una sonrisa en mis labios.

3 comentarios:

belushy dijo...

Bueno, con la Iglesia hemos topado... Lo que realmente creo que ha bajado es la calidad, no el valor. Yo he tenido la suerte de criarme con un plato Lenco y un amplificador Marantz en mi cuarto desde pequeñito y tener a un hermano mayor fan indiscutible del Rock Sinfónico. También ayudaba tener familia en Inglaterra y conseguir esos Lp's que llegaban a España con meses de retraso (ante la envidia de sus amigos). Yo nunca he sido muy comprador de música lo reconozco solo tengo en mis estanterías albums originales de grupos imprescindibles para mí.. la discografía de Queen, la de Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, Supertramp... Palabras mayores si hablamos de la historia de la música. Por eso me hace bastante gracia estos llamados "artistas" con sus engendros mediáticos regurgitando en nuestros tímpanos su falta de calidad. Los talibanes del canon, los lameculos y demás arrastraos que no saben mirar hacia el futuro y se han estancado en un sistema anticuado. Si ellos no han sabido progresar se jodan.. los demás no tenemos porqué seguirlos...

joer.. que rollo he soltao... ¿de que coño iba esto?

mr deditos dijo...

Yo tenía un plato denon en el salón y un chisme en mi cuarto que era radio, casete y un mini plato, que admitía discos pequeños a 45 rpm y 78 rpm, pero saltaba un montón y no se oía nada.
Mi caso es parecido. Mi hermano tenía disos de Pink Floyd, Status-Quo, Alan Parsons (casi todos), Queen, The Beatles, Supertramp (casi todos), Mike Oldfield. Con esta cultura musical, uno aprecia el valor de la música
Mi padre, además, tenía colecciones de música clásica y zarzuela (este género nunco me gustó)

Manz dijo...

Esto pinta mal, estoy haciendo pucheros... mi hermano no era un sibarita musical que digamos, pero alguna que otra cosa decente tenía: "Five Miles Out", por ejemplo... o de mis hermanas (Serrat, o el Perales), y amigos en general.
Conservo mis antiguos LPs (que mi respetable esposa quería "jubilar") como oro en paño: Queen, Radio Futura, el Thriller del amigo Jackson, Faith (todos queríamos ser igual de chulos que G. Michael hasta que cambió de acera...), el Southside de los Texas, así, hasta más de 100, sin contar CDs, of course.
Yo sí compraba muchos discos, a veces los comprábamos entre un colega y yo, y luego los repartíamos. De hecho "medio" Violator de los Depeche, pertenece a mi amigo Jiménez.
También grabábamos usando los cables del Spectrum y el tocadiscos (no recuerdo la marca), hasta que alguien tuvo ¡su primera minicadena!.
El primer reproductor de CDs "comunitario" lo estrenó el nene, y aún lo tengo en el salón de mi piso.
Respecto a la música, estoy de acuerdo con vosotros, imagino que la década ochentera fue la mejor... aunque también pienso que ahora se vive de otra manera. Estamos cambiando a la hora de educar a los chavales, y el tipo de aficiones y gustos se va resintiendo. De joven leía o mataba marcianos escuchando música, ahora se lee poco, y las consolas llevan demasiada música como para poner acompañamiento.

Ahora no compro ni un disco... ni para regalarlo. Desde la caída de "soft" me propuse no dejar un duro en originales, y los videojuegos ya veremos. Y me jode, porque soy de los románticos a los que les gusta ver estanterías llenas de lomos de CDs, DVDs, y libros. y me hubiera gustado tener una habitación llena.

Mi mujer está encantada, seguro que está compinchada con Ramoncín...

(Perdón por el tocho)