jueves, 5 de enero de 2012

El perro

Ramón volvía a casa, después de una noche movida. Habían estado de botellón en el parque del pueblo, incordiando a todos los que pasaban por allí, tirándoles cosas y persiguiendo a las chicas. Después habían ido a casa de Mario, y habían estado en el garaje dándole a los canutos y persiguiendo a los ratones.

Ahora caminaba por el sendero, despreocupado. Sus amigos le habían dicho que les esperara para que no se fuera solo, pero les respondió que no tenía miedo. ¿Cómo va a tener miedo un chaval de 18 años?
La verdad es que estaba oscuro. La casa de Mario estaba en las afueras, y hasta llegar al pueblo había un trecho. Por lo menos cuando llegara al parque habría luz y caminaría más cómodo.

Al rato vio las sombras familiares del pueblo, pero el parque no estaba iluninado. ¡Qué raro! Había dejado el parque hacía un par de horas y había luz. A lo mejor les habían tirado piedras a las farolas. ¡Que se joda el alcalde y que se gaste la pasta!

No pienso rodear el parque que hace un frío de pelotas. Subió los escalones de entrada y se fue por el camino de arena. Se conocía el parque como la palma de su mano. No en vano pasaba más tiempo allí que en casa.

Al pasar por el seto, oyó un ruido. Se paró mosqueado.
- ¿Hola?

Silencio.

Será una rata, pesó. Siguió caminando, algo más rápido. Otra vez el ruido y ahora se le puso la piel de gallina. No era nada gracioso lo de la luz, sobre todo si había ruidos raros.

-¡No me hace gracia!¡No sabes con quien te estás metiendo! - gritó.

Silencio.

Esperó, intentando escudriñar en la oscuridad, pero sólo se veían las sobras de los setos y arbustos. Al par de minutos, se puso a andar de nuevo, esta vez mirando nerviosamente a los lados. En el fondo estaba asustado. Con sus amigos era muy valiente, pero solo no tanto.

Otra vez el ruido. Parecía como si algo le siguiera.

- ¡Me cago en la puta! ¡Sal si tienes huevos! - grito histéricamente. Ahora estaba aterrorizado, El ruido no podía ser casual.

De repente, algo saltó del seto y se colocó delante suya. el corazón se le iba a salir por la boca. Sólo vio dos lucecitas rojas. Era un perro, un perro grande y negro.

- ¡Puto perro! Vaya susto que me h....

No pudo seguir hablando. Una manaza áspera y callosa le tapó la boca, tiró de su cabeza hacia atrás, y notó algo frío y cortante en la garganta. Se oyó un gorgoteo y Ramón cayó a suelo degollado.....

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