jueves, 5 de enero de 2012

La lagartija triste

Flumy era un bicho. Un bicho verde y con patas. Y con unas líneas amarillas por todo el cuerpo. Flumy era una lagartija.

A Flumy era difícil verla, porque vivía en un pequeño bosque donde había poca luz. Su color verde se confundía con las hojas de los árboles. Eso le gustaba, pero sólo porque evitaba que alguien la viera. A Flumy lo que de verdad le gustaba era estar tumbada al sol encima de una piedra. Pero no podía ser.

Flumy estaba triste. No le gustaba el bosque, pero no sabía salir. Un día, Flumy estaba tranquilamente tumbada al sol, cuando unos niños la cogieron por la cola y la metieron en un caja de cartón con agujeritos. Flumy estaba muy asustada y lloraba. Los niños llevaban la caja saltando. En uno de esos saltos, la tapa de la caja se abrión un poco y Flumy salió corriendo.

Estuvo corriendo por unos caminos negros donde había pintadas unas líneas blancas y por donde pasaban unas cosas con ruedas muy rápidas. De repente vió el bosque y se metió en él, pensando que era un buen lugar para que los niños no le vieran. Cuando pensó que ya no podían verle, se paró. No sabía donde estaba y no sabía salir de allí. Flumy estaba muy cansada y tenía hambre. Se tumbó en las hojas caídas del bosque y se quedó dormida.

Cuando Flumy despertó, no sabía qué hacer. Se puso a caminar. Cuando llevaba un rato caminando llegó a una pequeña charca. Allí encontró agua y algo de comida. Cuando estaba inclinada bebiendo agua de la charca, vió algo extraño al otro lado. Había algo que le estaba mirando.

- ¿Qué estas mirando? -preguntó la cosa.
- Na..nada -contestó asustada Flumy.
- ¿Por qué me miras así? Acaso no has visto nunca un gloku.
- ¿Un qué? -preguntó sorprendida Flumy.
- Un gloku. Veo que eres un ignorante. Un gloku es un ser que vive en los bosques.

Flumy se quedó mirando a aquel ser, que más bien parecía una patata con patas y cara. Nunca había visto algo así, ni había oido hablar de los glokus, pero claro, Flumy era joven.

- Lo siento. No quería molestarle. Es que me he perdido.
- ¿Perdido? ¿En este bosque? -preguntó el gloku. Pues no hay problema. Yo conozco perfectamente el bosque, así que puedo ayudarte a salir.
- Muchas gracias, señor.
- Mi nombre es Difo. -dijo el gloku sonriendo. ¿Y dónde quieres ir?
- Pues...., es que no lo sé.
- ¿Y eso cómo es posible? ¿No sabes a dónde quieres ir?
- Es que me perdí -contesto Flumy sonrojándose. Es que me cogieron unos niños, pero me escapé, y me escondí en este bosque. Pero no sé donde tengo que ir.
- Pues eso es un problema -dijo Difo. Pero tú no te preocupes. Conozco a alguien que nos puede ayudar. Acompáñame.
- Es que no sé si debo ir con extraños.
- Creo que esto es una situación especial. ¡Vamos!

Flumy siguió a Difo por unos caminos ocultos. Le hacía gracia la manera de caminar del gloku. Parecía que se iba a caer en cada paso y, de vez en cuando, daba pequeños saltitos. Poco a poco Flumy fue tomando confianza.

Mientras caminaban, Difo iba explicándole qué eran las cosas por las que pasaban. Cuando llegaron a un hueco en un árbol dijo:
- Ya estamos. Voy a llamarle para que baje.

Difo dio unos golpes en el árbol, y entonces se oyó una voz dentro:

- ¡Ya voy!
- Soy Difo. Baja que nos tienes que ayudar
- ¿Nos? ¿A quienes?
- Es que he traído un amigo.

Por el hueco del árbol apareció un halcón plateado. Flumy se escondió detrás de Difo.

- No te preocupes Flumy. -dijo Difo. Este es Flyer. Es inofensivo.
- Bienvenido al bosque Flumy -dijo Flyer tendiendo el ala hacia Flumy.
- La verdad es que ha llegado aquí porque se ha perdido. -dijo Difo. No sabe salir y no sabe dónde tiene que volver.
- ¡Vaya! -exclamó Flyer. Pues habrá que ayudarle. ¿Recuerdas algo del lugar de donde vienes?
- ¡Claro! -dijo Flumy. Había un río muy grande con grandes rocas donde nos tumbábamos a tomar el sol.
- Pues voy a buscar -dijo Flyer, extendiendo las alas y echando a volar.

Difo y Flumy se quedaron mirando como el halcón partía en busca del gran río.

- Supongo que no habrás comido -dijo Difo.
- La verdad es que no mucho.
- Pues pasemos a casa de Flyer y comamos algo.
- ¿No le importará a Flyer?
- Para nada. Aquí lo compartimos todos.

Cuando ya habían terminado de comer, y mientras tomaban una taza de chocolate caliente, Flyer apareció en el árbol.

- ¡Lo encontré! -exclamó Flyer sonriente. Está un poco lejos, pero lo encontré.
- ¡Estupendo! -dijo Difo. Pues vamos para allá.
- No tan rápido Difo -dijo Flyer. No podemos ir todos. Está muy lejos. Tendré que llevar a Flumy en mis garras.
- ¿En tus garras? -preguntó Flumy asustado.
- No hay otra manera. Además, no te hará daño. Te puedo asegurar que te gustará.
- No te preocupes. -dijo Difo. A mi me llevó una vez y fue muy divertido. No te entretengas más, que tu familia estará preocupada. Y promete volver algún día.
- Lo haré -prometió Flumy. Muchas gracias por todo.

Flyer cogió a Flumy entre sus garras y voló. Voló mucho rato hasta llegar a un río de color azul. Comenzó a planear y a bajar hasta un grupo de piedras en las que se veía una serie de manchitas verdes.

- ¡Esa es mi familia! -gritó Flumy.
- Allá vamos.

Flyer aterrizó entre un grupo de asustadas lagartijas, dejando suavemente a Flumy en el suelo.

- ¡Flumy! -exclamó una lagartija de gran tamaño. ¿Dónde te habías metido?
- Me perdí. Pero unos amigos me han ayudado a volver.

La lagartija miró el halcón, y se acercó lentamente.

- Muchas gracias por traernos de vuelta a Flumy.
- No ha sido nada. Ahora, vigilénlo para que no se vuelva a perder. La próxima vez puede no tener tanta suerte.

Flyer se acercó a Flumy.

- Recuerda, que algún día, cuando seas mayor, debes volver al bosque y visitarnos.
- Prometido.

No hay comentarios: