A menudo pienso en lo que sería la vida cotidiana sin la tecnología que tenemos ahora. El mundo se ha convertido en un esclavo de la tecnología. A mi personalmente, me gusta, y estoy al tanto de los nuevos avances y de los juguetitos que salen al mercado.
En unos 10-15 años, nuestra vida y nuestro día a día han dado un giro radical.
Empecemos por el trabajo. Desde mi punto de vista, el cambio es brutal. Yo recuerdo, cuando era pequeño, que a veces iba a ver a mi padre al trabajo y los ordenadores no sabían ni lo que eran. Los puestos de trabajo tenían una mesa y un montón de archivadores, donde se guardaba toda la documentación del trabajo. Se trabajaba con bolígrafo, lápiz y papel. También con máquinas de escribir, que si tenías suerte y era una empresa moderna, podían ser eléctricas, aunque lo normal es que fueran de las de toda la vida. El teléfono, si eras jefecillo, a lo mejor tenías línea directa y aparato en tu sitio. Si no, tenías que llamar por la centralita. Al igual que si te llamaban a ti. Había que llamar a la centralita y te pasaban.
Yo sin ordenador no puedo trabajar. Quizá cetor sí que pueda, aunque no sé cómo iba a facturar…Si encima me quitáis el teléfono, podemos decir que soy un inútil (más aún). Si a esto le quitamos Internet (para usos laborales) podría estar sentado en mi sitio, que no creo que fuera muy eficiente. Lo que no termino yo de entender es cómo se las apañaban sin ordenadores. ¡Una oficina sin ordenadores! ¡Sin Excel! ¿Cómo calculaban todas las cosas? ¡Sin correo electrónico! ¿Cómo convocabas una reunión? ¿Cómo mandabas documentos a tus compañeros? ¿Cómo te enterabas de las cosas del trabajo o de la empresa? Me vais a perdonar, pero para mi es alucinante. Si comparamos la eficiencia laboral de ahora con la de hace 20 años, no creo que llegara ni al 1%.
Vayamos a nuestra vida diaria. Empecemos por el principio. Te levantas y te vas a calentar la leche. ¡Coño! No hay microondas. ¿Y cómo me caliento la leche? Pues está claro. Coges un cazo, le echas la leche, enciendes el gas (tampoco hay vitrocerámica) y esperas. Y tienes que estar ahí, porque si te pasas, la leche se sale del cazo. Mientras esperas, te pones a ver la tele. Supongamos que tenemos tele. Pero no hay mando a distancia, y los canales no están guardados en la memoria. Hay que girar la rueda con mucho tiento para ver la tele. Y te pones a mover las antenas para que se vea algo. Mientras, la leche ha empezado a hervir y se te ha salido del cazo, pringando la cocina. ¡Mierda! Encima no hay lavavajillas y hay que lavar a mano el cazo, que está todo pegado y no sale ni con espátula.
Ya hemos vuelto del trabajo, o del colegio/instituto/universidad. Queremos oir música. Me gusta la quinta canción del disco de Mocedades (hay pocos artistas, no hemos llegado a la globalización y la mayoría de nuestros artistas son nacionales). El tocadiscos no funciona, porque la puta aguja de diamante se ha doblado y en la tienda te han dicho que las traerán para el próximo mes (no es de extrañar, hay que hacer el pedido a mano, hacer tres copias, mandar una por correos, con lo que con un poco de suerte tardará una semana, esperar que los fabricantes vayan al almacén a ver si quedan, luego agruparlos en un pedido y repartirlos). No nos queda más que intentarlo con el cassette. Hay que pasar con cuidado la cinta hasta que reconozcas la canción y, con suerte, a la tercera habrás llegado al inicio de la canción.
Como no tienes ganas de volver a repetir la operación, decides llamar a alguien por teléfono. Espero que no sea a tu novia. Explico por qué. Por supuesto sólo hay un teléfono en el salón (no existen los móviles; luego les dedico un párrafo) y es fijo, con el cablecito que te limita tu autonomía a metros. El teléfono está en el salón, al lado del sillón o del sofá donde se sientan tus padres. La escena no tiene desperdicio. Tu acurrucado en la esquina, evitando que tus padres oigan la conversación (que sí, que te quiero mucho, que te echo de menos, que sí, que te doy un besito), tus padres, con dolor de cuello, de mantenerlo rígido para disimular que no están haciendo caso (en el fondo están espiando lo que dice el chaval, que seguro que la arpía esa le está lavando el coco). Por no hablar de que intentes hablar con tus colegas para organizar una fiesta. No puedes decir “el alcohol ya lo pillo yo, vosotros pasaros a ver si pilláis unas chinas, y si no, el fortuna a palo”. Hay que hablar en clave: “¿A merendar? Pues no sé. ¿Quieres que lleve unos batidos? Vale. Tu llevas las magdalenas”. Espero que haya entendido las claves, que si no, me veo de botellón mojando las magdalenas en el batido de vainilla.
Sigamos con la estrella de la tecnología. El móvil. ¿Cuánto hace que tenemos móvil? ¿10 años? ¿Os acordáis de ellos? Cuarenta centímetros de largo, quince de ancho, con antena (otros diez centímetros). ¿Qué hacíamos antes cuando queríamos hablar con alguien? Pues le llamábamos a casa y con suerte estaba solo en el salón y podíamos hablar cómodamente. Y si te ibas de vacaciones, perdías el contacto con tu mundo. Podías mandarle una postal a tus amigos, pero probablemente llegaras tú antes. Y no podías mandar sms (“compra el pan”, “estoy reunido”, “voy a llegar tarde”), no podrías llamar a nadie cuando estás pedido y no sabes cómo llegar a un sitio, o cuando estás comprando algo y necesitas confirmación. O simplemente para hablar desde la calle mientras esperas. Recuerdo el estrés de no querer moverme de casa cuando estaba buscando trabajo por si llamaban para una entrevista y no estaba en casa.
¿Y las cámaras de fotos? Antes hacías una foto y tenías que esperar a que se acabara el carrete y revelarlo para ver cómo habían salido. Normalmente hacías la foto de tu vida, y salía movida, o borrosa, o se jodía el carrete. Ahora miras cómo queda y si te gusta bien, y si no, la borras.
Y por supuesto, no tendríamos foros y blogs…
2 comentarios:
joer, yo sí me acuerdo de lo que era trabajar sin ordenadores, de los 21 que llevo currando 5 años los pasé dibujando a mano y créeme, no quiero ver un Rotring en 1 Km a la redonda. El único chisme con teclado que teníamos era un HP que había costado cerca de un millón de las añoradas pesetas (decían que tenía las soldaduras de oro, por desgracia nunca me dieron la oportunidad de comprobrarlo)que usábamos para las mediciones y parte escrita... ¿os acordais del WordStar? Todavía conozco a un aparejador que lo usa, increíble. Y del móvil no puedo separarme, me ha sacado en más de una ocasión de un apuro (mardita batería del coche).
Pues tienes razón, yo podría funcionar sin PC, de hecho estuve sin él hasta el 2001 que empezamos a funcionar con doble moneda. Pero también recuerdo que era un follón para el tema de los presupuestos, que se traspapelaban, o se daban de boquilla y empezaba lo de "tu me dijiste...", los diseños en 3D eran tristes bosquejos A lápiz, echos a pulso sobre papel cuadriculado, y para facturar a clientes habituales tenías que echar mano de documentos antiguos para rescatar los datos. Los resúmenes trimestrales eran un suplicio (me aprendí los CIF de bastantes empresas de tanto escribirlos)... podría seguir pero no quiero extenderme.
Respecto a los móviles, no les quito importancia, yo soy fiel usuario de Timofón desde el 1996, aunque añoro los tiempos en que me sabía el teléfono de cualquier familiar, proveedor, muchos clientes... ahora mismo tengo mi V3xx en el servicio técnico, y es una putada buscar números en la agenda del de repuesto.
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